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TOKIO — Kenichiro Fumita lloraba tanto y tan fuerte que apenas podía articular sus palabras.
“Quería demostrar mi gratitud a las personas preocupadas y a los voluntarios que están haciendo que los Juegos Olímpicos funcionen en estos momentos difíciles”, dijo Fumita, luchador grecorromano, entre sollozos, tras terminar su último combate de esta semana.
“Acabé con este vergonzoso resultado”, dijo, moviendo la cabeza y viéndose miserable. “De verdad lo siento”.
Fumita, de 25 años, acababa de ganar una medalla de plata.
En lo que se ha convertido en una imagen familiar —y, a veces, dolorosa— durante los Juegos Olímpicos de Tokio, muchos atletas japoneses han llorado en las entrevistas tras las competencias, disculpándose por cualquier resultado que no sea el oro. Incluso algunos que habían ganado una medalla, como Fumita, se lamentaban de haber defraudado a su equipo, a sus seguidores e incluso a su país.
Después de que el equipo de judo de Japón consiguió la medalla de plata, al perder ante Francia, Shoichiro Mukai, de 25 años, también se disculpó. “Quería aguantar un poco más”, dijo. “Y lo siento mucho por todos los miembros del equipo”.
Pedir disculpas por ser el segundo mejor del mundo parecería reflejar una métrica de éxito absurdamente implacable. Pero para estos atletas que compiten en su país de origen, las muestras de arrepentimiento cargadas de emoción —que a menudo siguen a preguntas puntuales de los medios de comunicación japoneses— pueden representar una intrincada mezcla de arrepentimiento, gratitud, obligación y humildad.
“Si no te disculpas por haber conseguido solo la plata, es posible que te critiquen”, afirma Takuya Yamazaki, un abogado especializado en deportes que representa a los sindicatos de jugadores en Japón.
Desde muy jóvenes, los atletas japoneses “no se supone que piensen que hacen deporte por sí mismos”, dijo Yamazaki. “Especialmente en la infancia, hay expectativas de los adultos, los profesores, los padres u otras personas mayores. Así que es una especie de mentalidad muy arraigada”.
Las expectativas depositadas en los atletas se han visto agravadas por la pandemia de coronavirus, que hizo que los Juegos Olímpicos fueran muy impopulares entre el público japonés antes de que comenzaran los eventos. Es posible que muchos se sientan más presionados de lo habitual para entregar medallas que justifiquen la celebración de los Juegos, mientras aumenta la ansiedad por el aumento de los casos de coronavirus en Japón. Los atletas que no lo han conseguido han expresado su arrepentimiento.
“Estoy muy enojado conmigo mismo”, dijo Kai Harada, un escalador deportivo, enjugándose enérgicamente los ojos durante una entrevista tras no haber llegado a la final. Takeru Kitazono, un gimnasta que terminó de sexto en la barra horizontal, luchó contra las lágrimas al hablar de sus seguidores. “Quería demostrar mi gratitud con mi actuación”, dijo. “Pero no pude”.
Naomi Osaka, en una declaración tras ser eliminada en la tercera ronda de tenis individual femenino, dijo que estaba orgullosa de representar a Japón, pero añadió: “Siento no haber podido responder a las expectativas de la gente”.
En algunos aspectos, estos atletas han ofrecido una forma extrema de las disculpas que forman parte de los modales sociales cotidianos en la cultura japonesa.
Al entrar en la casa de alguien, un visitante literalmente pide perdón. Los trabajadores que se van de vacaciones se disculpan por sobrecargar de trabajo a sus colegas, mientras que los conductores expresan su profundo pesar si un tren llega un minuto tarde, o incluso unos segundos antes. Por lo general, estas disculpas son una cuestión de convención más que una declaración de responsabilidad.
A veces, los mea culpa son palabras huecas. Los jefes de las empresas y los políticos se inclinan con frecuencia ante las cámaras de los noticieros para disculparse por algún escándalo empresarial o fechoría política. En la mayoría de los casos, las consecuencias son escasas.
Las personas que estudian la cultura japonesa dicen que las disculpas de los deportistas, incluso ante la victoria, provienen de un instinto que se cultiva desde la infancia.
“Los estadounidenses son muy buenos para encontrar razones por las que eres grandioso, incluso si fracasas”, dijo Shinobu Kitayama, psicólogo social de la Universidad de Michigan. Pero en Japón, dijo, “aunque tengas éxito, tienes que disculparte”.
También es probable que las disculpas se reconozcan como expresiones tácitas de gratitud, dijo Joy Hendry, antropóloga y autora de Understanding Japanese Society. “Creo que sienten que deben disculparse por no haber logrado lo que querían” ni cumplir con las metas de quienes los entrenaron o apoyaron económicamente, dijo Hendry.
Es posible que Fumita, el luchador, también haya sentido la presión de complacer a su padre, un conocido entrenador de lucha. En una entrevista en la NHK, la cadena pública, Fumita dijo que tenía miedo de responder a una llamada después de ganar la medalla de plata. “No podía coger el teléfono”, dijo. “No sabía qué podía decirle a mi padre”.
La ausencia de aficionados era palpable el martes por la noche en un estadio casi vacío de Saitama, un suburbio de Tokio, durante el partido de fútbol masculino de semifinales entre Japón y España. Cerca de 64.000 asientos estaban vacíos mientras los altavoces emitían vítores y aplausos grabados al campo de juego.
Después de que Japón perdió en los últimos minutos de la prórroga, Yuki Soma, un centrocampista de 24 años, rindió homenaje a los que no pudieron estar allí. “Al ganar una medalla a cualquier precio, me hubiera gustado darle energía a Japón y hacerlos sonreír”, dijo en la rueda de prensa posterior al partido, con los ojos bajos. El bronce aún está al alcance de Japón, que se enfrentará a México el viernes.
Por supuesto, los atletas olímpicos japoneses no son los únicos que expresan su amarga decepción tras perder el oro. La china Liao Qiuyun lloró frente a todo el mundo tras ganar la plata en levantamiento de pesas femenino la semana pasada. Después de que el equipo de fútbol femenino de Estados Unidos cayera ante Canadá el lunes por la noche en una semifinal, una de sus integrantes, Carli Lloyd, se agachó en el campo, apretando la cabeza con sus manos.
Pero en una entrevista posterior al partido, no se disculpó. “Estaba destrozada”, dijo Lloyd. Y añadió: “Renunciamos a tanto, y quieres ganar”.
Cuando Simone Biles se retiró de la competencia por equipos de gimnasia y del concurso completo individual, explicó que quería proteger su propia salud mental y física.
En parte, la necesidad de disculparse puede deberse al duro estilo de entrenamiento que se da en algunos deportes en Japón, dijo Katrin Jumiko Leitner, profesora asociada de gestión deportiva y bienestar en la Universidad Rikkyo de Saitama. Cuando vino por primera vez a Japón para entrenar judo, dijo, le chocó el lenguaje agresivo de los entrenadores. “Pensé: si esa es la forma de llegar a ser campeona olímpica, no quiero serlo”, dijo. “No trataban a los atletas como seres humanos”.
Algunos deportistas japoneses han sido objeto de críticas públicas por no mostrar suficiente humildad. Yuko Arimori, corredora de maratón que ganó plata en Barcelona en 1992 y el bronce en Atlanta en 1996, fue acusada de narcisista por algunos medios de comunicación japoneses tras declarar en Atlanta que estaba orgullosa de sí misma.
Arimori entiende por qué los atletas siguen ofreciendo disculpas, dado que pueden transmitir un sentimiento de gratitud.
Pero “creo que los aficionados saben que los atletas han trabajado lo suficientemente duro”, añadió Arimori. “Así que no hay necesidad de disculparse”.
Makiko Inoue e Hikari Hidacolaboraron en este reportaje.
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