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El aniversario del alunizaje del Apolo 11 marcó un pequeño paso para los viajes espaciales, pero un gran salto para los multimillonarios con empresas espaciales.
Este mes, Jeff Bezos y Richard Branson demostraron de manera vívida que al parecer es seguro, y sobre todo divertido, elevarse hasta los confines del cielo. Este planeta tiene tantos problemas que es un alivio escapar de él, aunque sea durante 10 minutos, que fue más o menos el tiempo de los viajes suborbitales que ofrecieron los empresarios a través de sus respectivas compañías, Blue Origin y Virgin Galactic.
Pero más allá de la estupefacción había un mensaje más profundo: la amazonificación del espacio ha iniciado. Lo que era en gran medida el territorio de los grandes gobiernos ahora constituye cada vez más la esfera de las grandes empresas tecnológicas. Las personas que nos vendieron el internet ahora nos venderán la Luna y las estrellas
Bezos, el fundador de Amazon y todavía su principal accionista, dejó claro en la conferencia de prensa que convocó después del vuelo del martes que Blue Origin estaba lista para atender clientes. Pese a que los boletos no estaban disponibles en general, las ventas para los vuelos ya casi llegan a los 100 millones de dólares. Bezos no mencionó cuál era el precio de cada vuelo, pero añadió: “La demanda es sumamente alta”.
Esa demanda estaba ahí incluso antes de que los medios noticiosos de todo el mundo fueran en tropel a Van Horn, Texas, para dar una cobertura extensa y halagüeña de Bezos haciendo algo que Branson hizo la semana previa en Nuevo México. Vieron un evento planeado con gran detalle, en el que la astronauta más vieja y el más joven del mundo hicieron el viaje juntos y que fue coronado por un sorteo filantrópico de 200 millones de dólares.
Incluso Elon Musk, director general de la empresa rival SpaceX y quien, en ocasiones, se ha mostrado desconfiado de los sueños espaciales de Bezos, se sintió obligado a felicitarlo. Lo mismo hizo Branson, quien pudo presumir que le ganó la delantera porque voló un poco antes. Musk fue a despedir a Branson.
Toda esta actividad espacial es el inicio de algo nuevo, pero también una repetición de lo sucedido en la década de 1990. Al principio de esos años, internet era propiedad del gobierno y tenía por objetivo la investigación y la comunicación entre unas cuantas personas. Al final, gracias a Bezos más que a nadie más, se convirtió en un lugar para que todos compraran cosas. Durante los siguientes 20 años, las empresas de tecnología se desarrollaron y se convirtieron en gigantes tecnológicos, lo cual provocó temores bipartidistas de que Amazon, Facebook, Google y Apple ahora sean demasiado poderosos.
Es posible que ahora podamos embarcarnos al espacio exterior en un viaje parecido desde los mercados alternativos hasta los grandes negocios.
Durante décadas, la NASA no tuvo el financiamiento necesario como para realizar algo tan épico como el programa Apolo. El gobierno de Donald Trump decretó regresar a la Luna para 2024. El gobierno de Joe Biden refrendó ese propósito, pero no la fecha. Si eso llega a suceder, será con la ayuda de empresas como SpaceX y Blue Origin. A diferencia del proyecto Apolo en la década de 1960, el próximo viaje a la Luna será subcontratado.
Los proyectos espaciales menos ambiciosos están muy abiertos para los empresarios.
“Si vemos la etapa en la que se encuentra la exploración espacial hoy en día, sobre todo con las actividades de la órbita terrestre baja, en verdad es algo parecido a las primeras épocas de internet”, comentó West Griffin, director financiero de Axiom, una empresa emergente que pretende construir la primera estación espacial comercial.
La comercialización del espacio comenzó durante el auge de las puntocom en la década de 1990, pero tardó mucho más en materializarse. Los vuelos de este mes se remontan a 1996, cuando la organización sin fines de lucro X Prize anunció un concurso con un premio de 10 millones de dólares para la primera organización no gubernamental que construyera una nave espacial reutilizable que pudiera llevar a alguien a una altitud de 100 kilómetros, o 62,5 millas, y que lo lograra en menos de dos semanas.
El diseño ganador en 2004 resultó ser SpaceShipOne en un esfuerzo dirigido por Burt Rutan, un ingeniero aeroespacial que diseñó el avión Voyager que voló alrededor del mundo sin detenerse ni repostar. Fue financiado por Paul Allen, cofundador de Microsoft que murió en 2018.
El concurso también despertó el interés de Branson. En 1999 registró la marca “Virgin Galactic Airways” y obtuvo la licencia de la tecnología SpaceShipOne. Branson esperaba que una versión más grande pudiera iniciar vuelos comerciales en tres años. En cambio, tomó 17 años.
Un ecosistema de empresas emergentes cada vez más grande intenta comercializar el espacio al construir todo, desde la tecnología de lanzamiento más barata hasta los satélites más pequeños y la infraestructura que conforma los “picos y palas” de la fiebre del oro del espacio, como lo describe Meagan Crawford, socia administrativa de la empresa de capital de riesgo SpaceFund.
“La gente mira a su alrededor y dice: ‘Vemos esta sólida industria espacial. ¿De dónde salió?’”, comentó Crawford. “Bueno, ha sido construida de manera metódica y con determinación, y llegar hasta aquí ha implicado muchísimo trabajo durante los últimos 30 años”.
Los inversionistas gastaron 7000 millones de dólares en la financiación de nuevas empresas espaciales en 2020, el doble de la cantidad de los dos años previos, según Bryce Tech, una firma de análisis espacial.
“Lo que todos estamos tratando de hacer es lo que hicieron Jeff, Richard y Elon hace 20 años: construir grandes negocios. La diferencia es que estamos construyendo negocios en el espacio y ellos construyeron sus negocios en la tierra”, dijo Chris Kemp, director ejecutivo de Astra, una empresa emergente centrada en ofrecer lanzamientos más pequeños, más baratos y más frecuentes.
La primera carrera espacial, que se extendió a lo largo de los años sesenta y luego se agotó en los setenta, enfrentó a un gobierno estadounidense temerario y audaz contra una Unión Soviética malévola y sin encanto alguno. Los estadounidenses ganaron esa competencia, aunque los críticos alegaron que todo era un error en una época en que tantas cosas dentro del país requerían atención y dinero.
¿Y esta vez? Ocurre algo muy parecido, aunque ahora es personal. Una petición que solicitaba que no se le permitiera a Bezos volver a la Tierra alcanzó 180.000 firmas virtuales. La senadora demócrata por Massachusetts, Elizabeth Warren, tuiteó: “Es hora de que Jeff Bezos se ocupe de sus asuntos en la Tierra y pague los impuestos que le corresponden”.
El tuit tuvo más de 260,000 “me gusta”, aunque también recibió respuestas como esta: “Nadie está atacando el espacio. Estamos atacando a los multimillonarios que amasaron grandes fortunas a costa de una fuerza laboral explotada”.
El lunes, en una entrevista con CNN desde la base de lanzamiento en Texas, Bezos comentó que sus críticos “en gran medida tenían razón”.
“Tenemos que hacer ambas cosas”, señaló. “Tenemos muchos problemas aquí y ahora en la Tierra y tenemos que hallarles solución. Además, tenemos que ver hacia el futuro”.
No obstante, es evidente cuál enfoque ocupa su atención. Cuando pronunció el discurso de fin de curso de su generación del bachillerato en 1982, Bezos habló de la importancia de crear una vida en inmensas colonias que floten en el espacio para millones de personas. “Toda la idea es preservar la Tierra”, afirmó The Miami Herald que había dicho en ese momento y añadió que su objetivo primordial era ver el planeta “convertido en un enorme parque nacional”.
La semana pasada, Bezos dijo casi lo mismo. Era un sueño utópico con muchas piezas móviles complicadas; así como, en menor escala, la idea de que un comerciante, en algún momento, vendería todo a todos y haría entregas en cuestión de horas. Y para sorpresa de casi todos, él lo hizo posible.
Branson fundó Virgin Orbit, otra rama espacial que está poniendo en órbita pequeños cargamentos. No ha hecho alusión a ninguna visión grandiosa como Musk y Bezos sobre hacer llegar la civilización al sistema solar.
Los sueños de Musk acerca de Marte comenzaron con una aventura quijotesca: quería mandar una planta a Marte para ver si esta podía crecer ahí. Pero los costos de lanzar incluso un pequeño experimento eran prohibitivos. Incluso las opciones en Rusia eran inalcanzables. Así que Musk fundó SpaceX en 2002.
Ahora desea enviar personas a Marte, no plantas. En la actualidad, SpaceX está desarrollando Starship, una nave lo suficientemente grande como para que haga el viaje, y Starlink, una red de internet satelital, que pretende generar las ganancias necesarias para financiar los planes para Marte.
Mientras busca esos objetivos, la empresa se ha convertido en un gigante del negocio espacial. La NASA usa los cohetes y las cápsulas de SpaceX para enviar astronautas y mercancías a la Estación Espacial Internacional y operadores satelitales privados, gubernamentales y militares usan el cohete impulsor reutilizable Falcon 9 para entrar en órbita.
En fechas recientes, la NASA le otorgó un contrato a SpaceX con el fin de usar el prototipo de Starship para el programa lunar. El contrato fue disputado por Blue Origin y por otra empresa llamada Dynetics. A pesar de toda la camaradería que se vio esta semana, los multimillonarios juegan para ganar.
Kenneth Chang colaboró en este reportaje.
David Streitfeld ha escrito sobre la tecnología y sus efectos durante veinte años. En 2013, formó parte del equipo que ganó un Premio Pulitzer por sus trabajos explicativos.
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